Entrar en el descanso de Dios

EL PERDONAR


Concepto: Es la acción por la que una persona, (perdonante) que estima haber sufrido una ofensa, decide, bien a petición del ofensor o espontáneamente, no sentir resentimiento hacia el (ofensor) o hacer cesar su ira o indignación contra el mismo, renunciando eventualmente a vengarse, o reclamar un justo castigo o restitución, optando por no tener en cuenta la ofensa en el futuro, de modo que las relaciones entre ofensor perdonado y ofendido perdonante no queden afectadas o queden menos afectadas. El perdonante no "hace justicia" con su concesión del perdón, sino que renuncia a la justicia, al desistir a la venganza, o al justo castigo o compensación, en aras de intereses superiores.
El perdón no debe confundirse con el olvido de la ofensa recibida. Quien la olvida no perdona, pues no adopta una decisión de perdonar. Tampoco perdona quien no se siente ofendido por lo que otras personas considerarían una ofensa. Tampoco perdona quien deja de sentirse ofendido tras las explicaciones del presunto ofensor que hacen ver la inexistencia originaria de ofensa alguna. El perdón es obviamente un beneficio para el perdonado, pero también sirve al perdonante, cumple al perdonar una obligación moral o religiosa y a la sociedad, pues contribuye a la paz. También se habla en un sentido impropio de perdonar un castigo, una deuda u otro tipo de obligación, en el sentido de renunciar a exigirla.

Cuando hablamos del auténtico perdón, nos movemos en un terreno de profundo sentimiento, abandonando todo lo material para entrar en un estado espiritual ayudado por la acción de Dios; no por nuestras fuerzas, todo tenemos algo que perdonar y de que pedir perdón. Dice el Señor “el único bueno es Dios”. El perfecto perdonar requiere el perdón de Dios, debemos pedir perdón a Dios para que la culpa quede aniquilada.
Se considera que por causa de la libre actuación de otro, sufrimos heridas en lo más profundo de nuestro ser. Estos actos conscientes o inconscientes son motivo de sufrimiento, de quebranto de nuestra paz interior, de resentimientos y hasta de comportamientos incorrectos. Frente a las heridas que podamos recibir en el trato con los demás, es posible reaccionar de formas diferentes. El primer impulso seria devolver mal por mal, la venganza; pero no todas las veces se puede actuar, porque en ocasiones ni siquiera se sabe con quién desquitarnos. Es una pena gastar las energías en enfados, recelos, rencores, o desesperación; y quizá es más triste aún cuando una persona se endurece para no sufrir más. Frente a estos comportamiento lo mejor es y sólo en el perdón brota nueva vida.


Las causas principales son la injusticia, el rechazo, la humillación, la calumnia, el robo de la estima. Es decir cuando alguien ha recibido un daño objetivo de otro. No precisamente hay que estar en una cárcel para sentir una tortura. Y estos actos son más dolorosos cuando se trata de personas que deberían amarnos más. “El único dolor que destruye más que el hierro es la injusticia que procede de nuestros familiares,” dicen los árabes.

El perdonar consiste en renunciar a la venganza y querer, a pesar de todo, lo mejor para el otro. No porque no quedaba más, sino por un sentimiento profundo de amor, aquella frase de Jesús “Padre perdónalos porque no saben lo que hacen” si se es capaz de amar se puede entender plenamente el acto amoroso del perdón. Y a ejemplo de Cristo, muchísimos en el mundo han adquirido la gracia de perdonar. Pero pudiéramos pensar que son casos límites, reservados para algunos héroes; son ideales bellos, más admirables que imitables, que se encuentran muy lejos de nuestras experiencias personales. ¿Puede una madre perdonar al asesino de su hijo? ¿Podemos perdonar, a una persona que nos ha dejado completamente en ridículo ante los demás, que nos ha quitado la libertad o la dignidad, que nos ha engañado, difamado o destruido algo que para nosotros era muy importante? Éstas son algunas de las situaciones que se presentan en la convivencia humana.

Continua...

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El perdonar es vivir para Dios.